lunes, 20 de diciembre de 2010

Lo tienen ellos

Por Santiago Gómez

Con 7 años le dice a la de 4 que ella no puede ir sola caminando por la calle, que va con ella. Y es un juego precioso, caminan saltando con la muñeca. Las personas compartiendo con sus vecinos, el barrio, lugar de un intercambio más humano, donde lo impensable es no pedirle a un vecino una mano. Encontré el fuego de La Gardel en la noche. De día es El barrio, acá ya no hay villa. Esos lindos niños delincuentes con los me encuentro cuando trabajo, esta vez me los encontré cuando trabajan ellos. Y es distinto. Es duro verlos trabajar de duros. Si son unos pibes.
Los barrio pobres son el último reservorio de solidaridad en esta sociedad. Detengámonos a mirarlos. A aprender, a ver que aquellos de los que tanto nos diferenciamos y por los que luchamos tiene modos más humanos y también de los otros, de los inhumanos. No es una cosa o la otra.
¿Quién le abre la puerta a un pibe pobre, marginado, excluido, con una historia tan dura, buscado por la policía, para esconderlo en la casa, mientras la policía le dice a tus hijos que si quiere pide una orden de allanamiento y revienta la casa? Y eso no hace anécdota, son cosas de todos los días. No te lo cuentan para fascinarte, son charlas a la hora de la cena.
Y hay una contención, con tensión social, que yo en mi vida no la tengo, ni la tuve. De chico caí en la lista de los no queridos, de los que incomodaban. Y eso me pasa en Gardel. Siento una cómoda incomodidad.