jueves, 5 de septiembre de 2013

El ingreso de Perón al psicoanálisis.


Por el Dr. Nelson Castreu
Fue pesada la discusión con Carlos Astrada, respecto a la necesidad de Perón de hacer referencia a su ingreso al psicoanálisis, en la inauguración del I Congreso de Filosofía que inauguró en San Juan, del que participaron importantes intelectuales del mundo. Haidegger mandó su adhesión. Cuando le preguntaron por qué no viajó, respondió “en la Argentina ya éramos muchos”. Casi todos los presentes en ese Congreso nutrieron la tesis del psicoanálisis como práctica burguesa, dejando de lado que “Psicología de las masas y análisis del yo” es anterior al peronismo y que era su libro de cabecera.

¿Freud usó a Mussolini para ello? La culpa siempre es del padre (del paciente).

Por lealtad al significante y siguiendo “la bella lengua”, como bautizó Freud al castellano, les queremos hablar de aquel delegado del líder, del que no se habla, ni se difunde su obra: Edoardo Weiss. Difusor de la palabra de Freud en Italia. A precoup, en 1908, Freud se entera por Weiss del ingreso del psicoanálisis, por Trieste, a la tierra de las masas con salsa. Ciudad líder de la desmanicomialización disputada y origen del contacto de Perón con el psicoanálisis, de donde tomó los significantes que marcaron la estructura de nuestro movimiento. Espacio siempre en disputa, Trieste “originalmente fue un asentamiento ilírico,  más tarde estuvo controlada por los carnios. Desde 177 a.C. Tergeste (Regio X Venetia et Histria) estuvo bajo poder romano (terg es un término céltico que significa mercado). Le fue concedido el estatus de colonia por Julio César, quien menciona Tergeste en sus Commentarii de bello Gallico (51 a.C.)”
La bella lengua gálica que se repite, la más maravillosa música para Freud. Quiso el azar que un oyente y analista de esa lengua, entrara en Italia en contacto con el psicoanálisis: Juan Domingo Perón. Ante tanto tilingo gorila, que nos recuerda los contactos de nuestro líder con Mussolini, les queremos decir ¡Sí! ¡Gracias al libro que le dedicó Freud al Duce hoy somos los que somos!

Comencemos por indicar, que la historia no es como la cuentan. La versión que circula, se la debemos al alcahuete de Jones[1], que, como todo alcahuete, medio dice. Para quienes no lo conocen, Jones fue el biógrafo de Freud. Con nuestra voluntad de memoria verdad y justicia, compartimos el testimonio del testigo que presenció el momento en que Freud cedió el objeto. Siempre hay que ceder, enseña el líder. Como observarán, la responsabilidad de un padre posibilitó ese encuentro. Quienes no piden más que padres nos cuestionan el paternalismo. Querer que el otro pague por lo que hacemos es pedir un padre, quejarse y pedir que otro lo solucione, es una posición de hijo. Gracias a la serie que Oscar Masotta, Otro leal compañero, dirigió en la editorial Gedisa, accedimos a “Problemas de la práctica psicoanalítica. Correspondencia Sigmund Freud-Edoardo Weiss”. Aquí las pruebas:

“En el año 1933 –aún vivía yo en Roma- se produjo un incidente al cual ya Ernest Jones ha aludido en su biografía de Freud. Quisiera aprovechar aquí la ocasión de rectificar algunos hechos. Tal como solía yo hacerlo de vez en cuando, había llevado de consulta a Freud, en Viena, un paciente muy enfermo. El padre del paciente nos acompañaba; era un amigo íntimo de Mussolini. Después de la consulta, el padre le pidió a Freud un regalo par Mussolini y le rogó le regalase un libro suyo con una dedicatoria. Mi turbación era grande, pues entendía que en estas circunstancias Freud no podía negarse. Se sentía obligado a acatar el pedido, tanto por mí como por la Asociación Psicoanalítica Italiana. El trabajo que escogió, quizá con intención, fue Warum Krieg? (¿Por qué la guerra?) – un intercambio epistolar con Abert Einstein.
Más tarde conté a Jones este episodio y le rogué con insistencia no publicarlo.  A pesar de lo cual, la anécdota halló su camino en el tercer volumen de la biografía de Freud por Jones. La dedicatoria ha sido traducida al inglés del siguiente modo: “From an old man who greets in the ruler the Hero of Culture”. Es preciso advertir que esta dedicatoria fue escrita aludiendo a las grandes excavaciones arqueológicas que Mussolini propiciaba en aquel momento. Freud se interesaba mucho por estas excavaciones.
Gracias a los esfuerzos del secretario del “Sigmund Freud Archiv”, Dr. Kurt R. Eissler, ha sido posible después de largas búsquedas hallar en los archivos centrales del estado, en Roma, el mencionado ejemplar de Warum Krieg?
El texto original es diferente del reproducido en la edición alemana de la biografía de Jones y dice literalmente “Benito Mussolini mit dem egebenen Gruss eines alten Mannes, der im Machthaber den Kulturheros erkennt. Wien, 25. April 1933 – Freud” (A Benito Mussolini, con el cortés saludo de un anciano que reconoce en el soberano al héroe cultural. Viena, 26 de abril 1933 –Freud.)”[2]

Weiss nos dio el padre que posibilitó la introducción de Perón al psicoanálisis. Cuando Perón se fue a Italia a estudiar, aquel joven militar asistió al seminario ¿Por qué la guerra?, que dictaba el Grupo de Orientación Universal (GOU), en la biblioteca del Duce. Aquel inquieto estudiante se interesó por un texto que encontró sin buscar, en la sección libros dedicados, que Mussolini había mandado a ordenar. Einstein y la guerra en un mismo tomo, valían leer a aquel desconocido Sigmund Freud. Aquella introducción, en la que un viejo desde el extranjero reconoce al soberano como héroe cultural, lo llevó a transformarse en un especialista en la “Psicología de las masas y análisis del yo”.

“Si nos vamos a quedar con los mejores, vamos a ser poquitos”, dijo el líder del movimiento y Weiss se autorizó a salir a armar. Freud reconoció en el italiano a un representante de la representación y lo constituyó como su delegado en el exilio. Weiss podía hacerle decir al líder lo que quisiera. Recordemos que esto sucedía, mientras dentro del movimiento psicoanalítico, confrontaban dos posiciones: una, que prefería operar en espacios reducidos, y la otra, que era la de Freud, que proponía un diálogo abierto, público, recuperar el ágora. La siguiente carta lo evidencia.

“7-7-1935
Viena XI, Berggasse 19 XIX, Strassergasse 47
Querido doctor
También pienso  que ha hecho usted bien en consultar al ministro y espero que su iniciativa tenga resultados favorables. Espero que me comunique lo que ocurra.
No se haga problemas con las observaciones de Hitschmann sobre la agorafobia, exorcizadas desde un remoto pasado. Utilice, sin citarme, lo que le pueda servir, y deje el resto de lado. Ya no sé si he dicho realmente estas cosas, y tampoco concuerdo ya hoy con todas.
Fragmentos de discusión no publicados no obligan a nada. Le deseo mucho placer en la hermosa Viareggio, donde una vez pasé también una temporada de baños y pescaba cangrejos.
Cordialmente.
Suyo, Freud.”[3]

La lealtad al significante de este hombre, Freud, Weiss y Masotta, permiten que podamos acceder a esta clase magistral de conducción política, que evidentemente Perón ubicó en la dedicatoria.  Esta carta demuestra cómo crece fuerte un movimiento: con un líder que diga una cosa y otra y según el día o el momento, está de acuerdo con unos u otros, porque lo importante es cómo actúa. Un líder que se ofrece como objeto de goce, “utilice de mí lo que pueda servirle y deje el resto de lado”. ¡Todo no! La sólida raíz del no todo movimentista.

Vemos cómo Freud responde a las versiones que circulan: “Fragmentos de discusión no publicados no obligan a nada.” El conductor del movimiento del que formamos parte, nos enseña que lo que cuenta es la marca de la letra. La carta muestra el rasgo del primer trabajador, el primero que opera o rasgo unario.
Era difícil publicar textos sobre psicoanálisis para Weiss, por eso la alegría de Freud al enterarse que lo había conseguido y así poder difundir la palabra del viejo anciano. Freud era el primero en querer sumar al que tenía más cerca, de ahí la lógica del más uno,  o le quitaba algo que aporte a la causa. De sus hijos los escritos sobre la guerra. A Anna la reconoció como psicoanalista.

“1-XI-1935
Viena XI, Berggasse 19
Querido doctor
Me alegro de que usted me pudiese dar mejores noticias sobre el futuro de sus publicaciones. En cuanto al análisis de su prometedor hijo, es sin duda un asunto delicado. Con un hermano menor sería más fácil, con la hija propia me ha salido bien, con un hijo merece reflexión.
No es que quiera advertirle directamente de un peligro; todo depende evidentemente de las dos personas y de su relación recíproca. Usted conoce las dificultades. No me asombraría que usted tuviese éxito a pesar de todo. Es una decisión difícil para un extraño. No se lo aconsejaría, y no tengo el derecho de prohibírselo.
Con un cordial saludo
Suyo, Freud”

De esta manera, queremos cerrar por hoy, aunque quizá publiquemos en unos minutos otra cosa, las discusiones sobre a quién sí y a quién no podemos hacer acceder a la verdad. Se puede sumar hermanos, hijas e hijos, si se desea. A sumar y construir, a no quedarse con los mejores, porque no traen a nadie.





[1] Ernest Jones, quien escribió la primera y más famosa biografía de Freud. Mucho mejor es la del argentino Emilio Rodrigué.
[2] “Problemas de la práctica psicoanalítica. Correspondencia Sigmund Freud-Edoardo Weiss”. Ed. Gedisa. 1979. P-39 y p 40

[3] Idem. P 102