lunes, 19 de agosto de 2013

¿Poder de qué? De hacer nombrar


Les propongo que pensemos respecto a por qué los medios de comunicación tienen tanto poder. ¿Poder de qué tienen? ¿Cómo es que tienen tanto? Les propongo que pensemos acerca de cómo nos constituimos como sujetos, que hablemos del lenguaje, del discurso, del discurso como forma en la que se organiza el lenguaje. Que pensemos de qué se trata eso de la alienación. ¿Qué quiere decir alienarse? Alienarse es ponerse en el lugar de otro, ponerse en el lugar en el que otro nos pone. Les propongo que pensemos que el sujeto se aliena al lenguaje, por lo tanto, se aliena al discurso, porque el discurso es el modo en el que el lenguaje se organiza. Que pensemos sobre el poder del discurso de organizar, de poner en distintos lugares, del poder del discurso de poner a un sujeto en un lugar u otro y los efectos que eso  tiene.

Les propongo que pensemos que todo sujeto que ingresa al mundo lo hace por un lugar que está organizado de alguna manera y esa manera condicionará el lugar donde lo pongan. Si se entra al mundo por la manera familia, el recién llegado es puesto en el lugar de hijo y eso implica que mantendrá un tipo de relación social sólo con algunos y esa relación está preestablecida. El recién llegado no elige por dónde entrar. A quienes entramos por donde hay Estado, está establecido que quien trae una persona al mundo tiene obligaciones que cumplir. Obligaciones que no sólo pueden cumplirlas quienes traen a una persona al mundo, ya en la Argentina, desde hace algunos años, se puede tener dos padres o dos madres. Si entramos al mundo por la familia, es porque hay un discurso de familia, es decir, se dice sobre cómo debe ser la familia, existe un discurso establecido sobre cómo deben funcionar las mismas y la calidad de las relaciones familiares. ¡Ay de quienes no cumplen con el discurso familiar! Sabemos de las tensiones que puede producir a un sujeto las distancias entre su relación de familia con La relación del discurso familiar. La televisión disemina en casi todas las casas, porque en casi todas hay televisores, el discurso familiar a través del entretenimiento, mostrando familias armónicas, libres de violencia, donde no hay carencias, solo caricias, casas donde consumen lo que los demás quieren consumir. En estos tiempos se llega al mundo de esa manera por estos lados, con un discurso que nos intentan imponer mientras la realidad dice otra cosa. El poder de decir es el poder de construir realidad, poner las cosas y los sujetos en un lugar y no en otro.

La construcción de realidad

Una realidad que se construye desde el lenguaje. El lenguaje está organizado, está organizado como un discurso. El lenguaje es la materialidad del discurso. Hay determinaciones sobre cómo usar las palabras, cómo ordenarlas. El discurso organiza el lenguaje. Sabemos que el lenguaje puede organizarse de distintas maneras, a través de distintos discursos. El discurso actual no es el mismo que el de hace quinientos años. Hoy el lenguaje está organizado de un modo determinado, al modo del discurso dominante, y decimos dominante porque predomina en casi todos lados. Lo que no quiere decir que no pueda predominar otro o que el discurso predominante no entre en conflictos con otros discursos. Eso fue lo que pasó en la Argentina desde el 2003 a la fecha. Se produjo un conflicto entre el discurso sobre el Estado que tienen los capitales financieros propietarios de medios dominantes de comunicación y el de quienes están al frente del Poder Ejecutivo Nacional.

El poder del discurso radica en hacer nombrar. El poder de nombrar a otro, de condicionar el accionar del otro por el modo en que lo nombro. Uno nombra con la palabra, pero para nombrar se necesita del lenguaje, del discurso, que organiza el nombrar de alguna manera. Depende del modo en que se nombre a un sujeto, se lo pone en un lugar u otro. Lo que decíamos antes, no es lo mismo que se nombre a un sujeto como hijo que como padre, como compañero que como esposa, como rico que como evasor, como pobre que como delincuente. Depende de cómo nombre a ese sujeto será el tipo de relación que establezco y ciertas otras que no, justamente por el modo en que los nombro. Si nombro a una mujer como mi mujer, hay ciertas relaciones que con otras mujeres no puedo establecer, según el discurso de la familia, pero esto se debe a que la familia se montó sobre otro discurso, que es el de la propiedad privada, pero no vamos a detenernos en eso en este momento. Estábamos con que el modo de nombrar establece relaciones, lugares en los que me pongo y pongo al otro, porque reconozcamos que así como cuando nombro pongo al otro en algún lugar, también en algún lugar me pongo al momento de nombrar. Si lo nombro padre, me pongo en el lugar de hijo, si la nombro compañera, me pongo en el lugar de compañero. Si lo nombro villero me pongo por fuera de la villa. Los no villeros nombraron villeros. Recuerdo la presentación del segundo libro de Camilo Blajaquis en la Biblioteca Nacional, en el que el autor le respondió a una universitaria: “Decís que ustedes también hacen trabajo en territorio y eso delata que sos de afuera. Yo trabajo en el barrio, no en el territorio.” Tomemos otro ejemplo: en una participación que realicé en escuelas de un barrio muy pobre del conurbano bonaerense, escuché a jóvenes nombrar a sus compañeros despectivamente como villeros y los llamé a reflexionar al respecto, diciéndoles que los estaban llamando como los llaman Ellos, los que tienen el poder de imponer discurso, de imponer un modo de nombrar. Que para Ellos, los constructores de la criminología mediática, el problema no son “los villeros”, son, como bien señala Zaffaroni, los jóvenes de los barrios marginales, por lo que dentro de los no deseados, los peligrosos, ellos también quedaban incluidos, sin importar si es una villa o no donde viven, la condición es que sea un barrio marginal. El “ellos” de Ellos no somos nosotros. Quieren que nos llamemos como nos nombran.

Si reconocemos la alienación como proceso sociológico, que el sujeto está alienado, debemos reconocer a qué se aliena el sujeto. El sujeto es producto de la alienación al lenguaje. Lenguaje que está organizado, como ya dijimos, como un discurso. Según cómo nos nombren, será el lugar en el que nos pongan y desde ese lugar empezaremos a relacionarnos, desde ese lugar aprenderemos a hablar, si es que lo hacemos. Y aprendemos a hablar con los modos de nombrar que hay por donde llegamos al mundo. No se trata sólo de hablar castellano, sino que de acuerdo por donde entramos al mundo, no es lo mismos si lo hacemos por Barrio Norte o por el barrio Carlos Gardel, será el modo en el que seremos nombrados y nombremos. Porque uno comienza a nombrar a la manera que lo hacen aquellos de quienes aprendemos a hablar, quienes nos rodean.

Prendemos la tele y vemos cómo nombran. Decimos vemos, porque el discurso televisivo se sostiene de la imagen. Te quedás mirando la imagen mientras te dicen lo que tenés que ver en esa imagen, sosteniéndote en el lugar de espectador (vos no tenés nada que ver con lo que estás viendo) y luego logran producir expectantes. Producen espectadores y expectantes de que alguien que aparezca en la televisión solucione lo que la televisión nos señala como problema. Tienen el poder de darle imagen a lo que nombran, de hacerte mirar lo que dicen, no de escucharlos. Para escucharlos hay que detenerse y por eso no se detienen en ningún momento, es imagen tras imagen, el poder de la atracción.
El discurso de los medios dominantes de comunicación no es inocente, lo señala muy bien Raúl Zaffaroni: “la criminología mediática (el discurso criminológico que se difunde por los medios) nos va inyectando una comunicación de entretenimientos que va configurando el marco de interpretación de esa realidad. Esa criminología nos baja de Estados Unidos, y es el desmantelamiento del estado social (que incorpora a los excluidos) para levantar el estado gendarme (cuya única función es mantenerlos en la exclusión por medio de la represión)”. Entonces cuando observamos que difunden “los planes descansar” para referirse a la Asignación Universal por Hijo, eso es una muestra de sus deseos de desmantelar el estado social, por eso, como hacen los Bullrich, como el ministro de educación porteño, dicen  que eliminarían la AUH si gobernara Macri. El ministro de educación de la Ciudad no Autónoma de Buenos Aires eliminaría una medida que aumentó la matrícula escolar. Son los que piden mantener a un sector de la población en la exclusión en base a la represión, pedían que se repriman a los piqueteros, son los que construyeron a los piqueteros como un enemigo del bienestar social, sin cuestionar que el estado neoliberal sólo puede producir eso y mucho más de eso.

Nos pueden hacer nombrar. Que digan de nosotros. Que los nombren “pibes chorros” a niños que nunca robaron por cómo los observan. “¿Así que me dejaste de baby sitter? Bueno, yo le voy a enseñar a esta criatura a mirar el mundo, qué tiene que ver cuando ve y que crea que no tienen nada que ver con lo que le pasa por delante. Esto que ves, querido, es peligro, se viste con zapatillas deportivas, usa gorrita, algunos laburan para la policía, porque los policías son todos corruptos, aunque cuando hay un delito les pedimos que hagan su trabajo, que los maten, porque les pagamos para eso, para que maten a otro, sino para qué llevan armas. Y tenés que saber que cuando los delitos los cometemos los que vestimos de traje, pedimos que uno que se vista como nosotros nos defienda, un abogado, los de uniforme con los de uniforme.”

Cómo debemos relacionarnos

El poder de los medios consiste en que logran difundir un discurso que ordena las relaciones sociales de un modo y no de otro. Que un nene sienta miedo de otros chicos porque están vestidos como los que los medios muestran y nombran como peligrosos, no habiendo sido nunca víctima de un robo. Tantos niños que pasan muchas horas frente a la pantalla y después tienen poco dominio sobre su cuerpo, como ya observan los profesores de educación física en las escuelas de las grandes ciudades. El ejemplo sirve para dar cuenta de las marcas del discurso en el cuerpo, el discurso de los medios logra que millones de  personas sientan miedo, logra producir dentro de un cuerpo, produce miedo, entre tantas otras cosas. Los avances tecnológicos les posibilitaron a los medios de comunicación del poder financiero llegar a tantos con el mismo discurso, a diseminar el miedo por el mundo y luego venderles productos para combatirlo.

El poder de nombrar, es el poder de dar sentido. El poder de nombrar es el poder de dar un sentido en vez de otro. Lo vivimos durante los noventa, había quienes ante un piquete veíamos luchadores sociales, porque así los nombramos, y estaban quienes veían delincuentes y por lo tanto solicitaban represión policial, porque así los nombraban. Los medios de comunicación tienen el poder de lograr que cuando veas una cosa, veas una cosa y no otra.

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