Cuestiones legales
Lo primero que se nombra cada vez que se trata el
asunto de la salud mental en la C.A.B.A, es el incumplimiento de la Ley 448, sancionada
el 27 de julio del 2000. Dicha ley, como bien señala el Colectivo 448, promueve
la “desinstitucionalización progresiva,
implementación de camas de internaciones breves y guardias
interdisciplinarias en hospitales generales, casas de medio camino, hospitales
de día, emprendimientos sociales y otros dispositivos sustitutivos”[1],
agregando que “las pautas incluidas en la Constitución de la ciudad de Buenos
Aires habían generado una gran expectativa de transformación de un modelo de
características asilares-custodiales, que históricamente ha sentenciado a la
internación crónica y al trato indigno y alienante a miles de seres humanos”, y
observa que “esta indignidad institucional también se proyecta sobre los
trabajadores de la salud mental que intervienen en la atención, generando daños
a su salud física y psíquica”[2].
La 448 es una de las leyes más progresistas de la
Argentina, pero al no existir una importante movilización social que condicione
al cumplimiento de la misma, es letra muerta. Se puede reclamar no sólo el
incumplimiento de dicha norma, sino también de: la Convención de Derechos Humanos, la de los Derechos de los Niños, la Convención
sobre los derechos de personas con discapacidad, la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra las Personas con Discapacidad y los Principios para la protección de los
enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental, que
a raíz de nuestra última reforma constitucional, pasaron a tener valor legal.
La Jueza María Silvia Villaverde de Lomas de Zamora, en su página web (www.villaverde.com.ar), pone
a disposición herramientas legales que amparan a quienes padecen la vulneración
de sus derechos, dentro del campo de la salud mental.
El problema de la salud mental en la ciudad, no es una
cuestión de normas legales, sino la razón del incumplimiento de algunas. Muchas
normas protegen a los ciudadanos que circulan bajo los techos de la salud
mental, algunas se cumplen y otras no. Por trabajar algunos cobran salarios,
otros nada y unos pocos peculios, pero todos son trabajadores. Un ejemplo más
de que no se vulneran todos los derechos a todos.
Trabajo y
trabajadores.
El principal problema en el campo de la salud
mental está entre los trabajadores, por el tipo de trabajo que realizan: la
objetivación como método, la lógica discursiva en el que se sostienen sus
prácticas, disciplinaria, la formación que recibieron y sostienen, la relación
jerárquica que entre ellos se establece, la falta de una movilización
organizada con poder real de transformación de las condiciones institucionales
y todo esto dentro de un contexto cultural en el que la ciencia tiene poder de
verdad.
El problema de la violencia de la objetivación, tan
bien planteado tanto por Basaglia como por Foucault, es el mismo hoy que cuando
se sancionó la ley y será el de la gestión siguiente si no hay por parte de los
trabajadores una voluntad sincera de poner en cuestión el trabajo que vienen
realizando. ¿O fue un funcionario del ejecutivo el que ató a la cama, hace más
de tres años, a la nena que murió ahogada en su propio vómito en el Tobar
García? ¿Hay órdenes precisas del Ministerio de Salud Porteño de “contener”, el
sinónimo cínico de atar, a los pacientes? ¿La violencia de las prácticas se
explica por cuestiones político coyunturales o por la lógica del poder médico y
psiquiátrico, en su forma de poder disciplinario? ¿Qué lleva a los trabajadores
a naturalizar la violencia que se aplica sobre los cuerpos de aquellos que
están internados en instituciones psiquiátricas? Hasta el momento, creo, que no
hay denuncias hechas por trabajadores contra trabajadores por haber vulnerado
derechos humanos de aquellos que padecen una internación ¿O la responsabilidad
subjetiva sólo es tema de los no profesionales? Escuché a varios preocupados
por lo establecido en la nueva Ley Nacional de Salud Mental, respecto la
posibilidad de los trabajadores y familiares de presentar denuncias ante el
Órgano de Revisión, el cual estará integrado por representantes ministeriales,
trabajadores, familiares y asociaciones, ya que el mismo tendrá como función,
como establece la ley en el art.40 inc. C)
Supervisar de oficio o por denuncia de particulares las condiciones de
internación por razones de salud mental, en el ámbito público y privado.
Como hemos observado, la obediencia en este
conflicto, es un proceso fundamental. Que nadie quede del otro lado de la norma,
sino pasan al otro lado. Se intentan explicar procesos sociales a partir de
historias individuales, los cuales no tiene el menor sustento, pero quienes
realizan esas acciones tiene el poder de fijar las condiciones en las que un
sujeto exista. Se delegó la responsabilidad de los terceros en los profesionales,
los tornaron responsables de las
posibles acciones futuras. ¿Videntes? Es por esto que los controles a las
internaciones de la Ley Nacional de Salud Mental, resultaban necesarios, aunque no
indispensable, ya que las convenciones internacionales eran herramientas
legales que estaban a disposición de quien quisiera para exigir su aplicación.
Y quien escribe esto padeció haber sido expulsado del Servicio de Internación
en Crisis de Open Door, por haberse
servido de esas convenciones y denunciado que compañeros trabajadores dejaron
tres días atado a un hombre a una cama, produciéndole un cuadro de
deshidratación que requirió de una intervención clínica urgente. Esos mismos
compañeros, como tantos, que cada pedido de informe a un perito que realizaba
un juez, lego en la materia, lo consideraban como pedido de internación e iban
ampliando la cantidad de internos en el manicomio.
Seamos sinceros, si los pensaran como iguales. ¿Por qué los trabajadores
de los manicomios reclaman por los derechos de los pacientes? La mayoría de los
trabajadores no piensa a los internos como iguales. Entre profesionales no se
piensan todos como trabajadores y que por lo tanto tienen los mismos derechos.
Entre los trabajadores no se piensan todos iguales y por eso algunos lo hacen
gratis, otros reciben dinero como salario o por su formación y otros por un
peculio. ¿O no es trabajar reparar el mobiliario de la ciudad? La Ley de la
C.A.B.A Nº 995 de Talleres Protegidos, los que reparten peculios como a los
presos, establece que “Dichas acciones y servicios se dirigen a promover el
desarrollo de capacidades útiles”,
que son, según el art.3): “Ratificar e impulsar las condiciones de organización
y funcionamiento de talleres existentes y futuros vinculados a costurería,
industrialización de la chapa, herrería, carpintería, imprenta, bancos y
máquinas, confección industrial y tejido a máquina, pintura, lustre, tapicería,
armado y expedición, electricidad, gas, reparaciones edilicias, mecánica, termo
electromecánica, entre otros.” Alejandra Pizarnik dejó algo de su paso por la
“Sala de Psicopatología” del Hospital Pirovano, que viene al tema:
“cuando pienso en
laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y me los comería
pensando en mis años de escritura continua,
15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
(…)
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”[3]
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”[3]
“No son iguales a
nosotros”
La mayoría de los trabajadores de
la salud mental no piensa a quienes atienden como iguales. Esto puede
observarse en la mayoría de los reclamos de los trabajadores, que levantan las
consignas por los derechos de los pacientes y no por los derechos humanos o los derechos de los trabajadores. ¿En nombre
de qué deben ser sometidos los trabajadores a realizar sus tareas bajo esas
condiciones de violencia? ¿Cómo es posible que una jovencita o
jovencito que comienza a trabajar reciba la violencia como herramienta de
trabajo y que tantos la agarren y tan pocos la abandonen? No creo que sea una cuestión de malas
intenciones, no ingresan todos con ese tipo de disciplinamiento. ¿Cómo
es posible que tengan que ser testigos del aplastamiento de los cuerpos por el
peso de la violencia institucional? Si nos pensamos iguales, tenemos que pelear
y reclamar por los derechos de todos aquellos que se encuentran bajo el
edificio manicomial. Acabar con la institucionalización de la violencia. El arrasador
peso de la autoridad.
Para esto, se deben cuestionar la lógica de las respuestas de los
trabajadores de la salud mental, lo que indefectiblemente nos debe llevar a
pensar la problemática del poder y de qué discurso se sirve para ejercer esa
violencia, porque se intentan vestir de terapéuticas prácticas punitivas. Recuerdo
a Evaristo Pasquale, Director de Salud Mental de Trieste, angustiado luego de conocer
Open Door, repitiendo “hace treinta años que no veo una persona atada a una
cama”.
“Solo nos queda rechazar cualquier acto terapéutico siempre que tienda
tan sólo a mitigar las reacciones del excluido hacia el excluyente” dijo uno
que muchos nombran: Basaglia. Además, advirtió que la sociedad, ante la
problemática de que se visualice su rostro violento:
“(…)
ha encontrado un nuevo sistema: extender la concesión del poder a los técnicos
que lo ejercerán en su nombre, y seguirán creando -a través de otras formas de
violencia: la violencia técnica -nuevos excluidos. (…) La labor de estos
intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica,
sin llegar a cambiar por ellos su propia naturaleza, de manera que el objeto de
la violencia se adapte a la violencia de la que es objeto (…) Analizando cuáles
son las fuerzas que han podido actuar en profundidad sobre el enfermo hasta el
punto de aniquilarle, se llega a la conclusión de que sólo una es capaz de
provocar un daño tal: la autoridad”[4]
La solución:
organización política
Las experiencias de desmanicomialización, palabra
nacida en Río Negro, o desinstitucionalización, como prefieren nombrar otros,
llevadas adelante en el lugar del mundo que sea, sólo fueron posibles por la
decisión política tomada por aquellos que decidieron transformar las
condiciones de relación entre sujetos que se establece en quienes son
considerados locos, anormales, enfermos o el nombre que se le quiera poner.
El problema es de tipo político, entendiendo la
política como una acción de transformación social, por lo tanto necesita una
solución en ese sentido. La misma puede no ser tomada por el ejecutivo, sino
por los trabajadores que a través de la organización estén dispuestos a
construir el poder de transformar el tipo de prácticas que hoy realizan. Italia,
Brasil y las distintas experiencias que aún se llevan adelante en la Argentina
demuestran que sólo la organización vence al tiempo.
En la provincia de Río Negro, como en la de San
Luis, hubo un ejecutivo que acompañó un reclamo de aquellos actores involucrados
en la problemática de la salud mental que luchaban por una transformación. Lo
mismo sucede con el ejecutivo del Municipio de Moreno, donde desde la creación
del primer servicio municipal de atención a la salud mental se combatió contra
cualquier práctica de tipo objetivante de abordar el padecimiento subjetivo.
Experiencia que a lo largo de los años se ha ido fortaleciendo, gracias a la
decisión política de los funcionarios municipales y los recursos asignados, hoy
es un ejemplo de trabajo en la Argentina, con fondos que están sustancialmente
alejados de los dispone hoy el sistema de salud porteño, porque no estamos
hablando de un problema fundamentalmente de fondos, sin los cuales se dificulta
el accionar político.
El sistema de
salud porteño y otros
El sistema de salud porteño está basado en una la
lógica hospitalaria, a diferencia de lo que sucede en los municipios de la
provincia de Buenos Aires, que a raíz de la funesta descentralización realizada
durante los noventa, son los responsables de la atención en salud que reciben
la mayoría de su habitantes. Hay municipios que decidieron trabajar desde una
perspectiva antimanicomial, desde una perspectiva de proyecto nacional y
popular, que realizan trabajos brillantes, sin desconocer lo insuficiente.
El Municipio de Moreno, en el cual me he formado,
está llevando un trabajo destacado en la temática, sin haber procurado jamás
llevar una acción solitaria, sino que fue parte de la creación de la Red de
Salud Mental del Oeste, de la que participa Morón, trabajadores de Tres de Febrero, Ituzaingó, La Matanza, y
funcionarios del ámbito nacional y provincial,
así como también del poder judicial de algunas procadurías. La razón por
la que esto se hizo fue la conceptualización política de las prácticas en salud
mental. No se trata porque son enfermos, sino porque son sujetos, decimos
nosotros. Porque son ciudadanos y sujetos, que no son lo mismo, no se los puede
someter a las condiciones de existencia manicomiales, así que no se discute: el
manicomio se tiene que cerrar, nada de andar preguntando en qué condiciones. ¿Qué
puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio? ¿Saben qué? Un
campo de concentración, no hay nada en el medio, los presos tiene fecha de
salida, aunque muchas veces no salgan. El manicomio es la objetivación de un
cuerpo a sus máximas experiencias, en manos de la voluntad diaria de tantos
trabajadores, de los cuales algunos son funcionarios.
¿Por qué siempre es “No al cierre del Borda y el
Moyano”? ¿Por qué del Tobar no se habla? Porque si se llega a visualizar el
Tobar, se tiene que cerrar todo ya, porque no jodamos, no se trata de si a la
clase media le duele tanto el vivir de los niños pobres, sino porque como
está la Convención Internacional de los Derechos Humanos, muchachos o
vamos todos a declarar al Tribunal Internacional o nos ponemos a mejorar ese
trabajo. Qué bueno sería que este tipo de violencia que viven miles de
argentinos contara con la misma difusión que se realiza sobre la violencia de
género, que tiene su origen en la misma razón de la que aquí estamos hablando,
aunque no vamos a detenernos en ello.
Es necesario un trabajo político del que sean parte
todos los actores involucrados, el cual debe tener como objetivo una transformación
cultural que posibilite la creación de nuevas respuestas frente al malestar que
genera la cultura, el cual es inherente a todas, aunque no sea el mismo en
todos los casos. No se trata de un trabajo comunitario, como lo nombran quienes
no pertenecen al lugar en el que trabajan, ya que en la comunidad está aquello
que queremos extirpar. Se trata de una militancia política en la que
sumar al otro es un requerimiento para acceder al objetivo y cuando sumás no
decidís todo, porque querés que se sostenga, lo hacés porque querés que haya
otro modo de vivir, en la que el cuerpo sobre el que se aplica la violencia no
puede ser la causa de la misma.
Dicha transformación sólo será posible de a muchos y organizadamente, porque
hay que laburar mucho más. Afrontar las resistencias que genera aceptar
cuestionar las prácticas, que en caso de los profesionales hay millones de bibliotecas
que las justifican. No es una cuestión de malas intensiones, en todos los
casos. Se trata de un proceso de desalienación que requiere de lo mismo que
posibilitó que se alienen: un discurso. Pero un discurso en el que la
objetivación será nuestro enemigo y donde el malestar en la cultura la norma.
Un discurso que se luche contra la segregación y exclusión a la que condena el
discurso disciplinario que sostiene el saber de la psiquiatría y la psicología.
Será una lucha muy larga, contra un enemigo muy poderoso, que lleva siglos
disciplinando cuerpos y formando a los garantes de su subsistencia.
El tema no son los laboratorios en si mismo, sino
su funcionalidad al discurso dominante, creer lo contrario son zonzeras de extremistas
y oportunistas. Las ganancias de los laboratorios no se sostienen de los dos
mil internos del sistema de salud pública de la capital, cuando hablamos del
problema de la medicación del malestar en la cultura, claramente nos referimos
a la relación de millones de argentinos con psicofármacos.
Claramente se necesitan también recursos, casa para
externar, y no de medio camino, no seamos cínicos. Ojalá puedan, si lo desean,
mudarse a un lugar con un igual o mayor nivel de calidad de vida. Pero si
sabemos del trabajo que hay que hacer a nivel cultural en la ciudad, para que
puedan otorgarles a los locos otro lugar, cuando ponemos el agregado “de medio
camino”, metemos la cuestión del tiempo y que se tiene que ir a otro lugar.
Primero construyamos los otros lugares y luego se van a constituir como opción.
Pero mientras no las haya, no hay medio camino, no nos sostiene la ilusión,
sino la certeza de que la única verdad es la realidad. En eso somos iguales que
los locos.
Acá les dejo una herramienta valiososísima para pensar nuestras práctias: "Historia y Trauma. Las locuras de guerrra" de Davoine y Gaudilliere. No tienen excusa para no leer, los libros están.
Acá les dejo una herramienta valiososísima para pensar nuestras práctias: "Historia y Trauma. Las locuras de guerrra" de Davoine y Gaudilliere. No tienen excusa para no leer, los libros están.
[1] “A diez años de la ley”. Página/12. 13/05/10
[2] Ibid.
[3] “Sala
de Psicopatología”. Alejandra Pizarnik. Poesía completa. Editorial Lumen.
[4] “La
institución negada”. Franco Basaglia. Editorial Barral.
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